Después de esto, Tim empezó a diseñar su propio auditorio que tuviera mínimas fluctuaciones de temperatura proporcionando una buena acústica. El resultado fue la sala de conciertos de hielo, construida con dos iglús esféricos para el público y un escenario en el centro, ligeramente hueco para mantener la temperatura baja. Tim creó un conducto en la parte superior de cada domo para que escapara el calor generado por las personas y así mantener una temperatura óptima de -5 ºC. Las paredes de la sala de conciertos fueron rociadas con agua para un acabado de hielo liso, creando un material reflejante que rebota las notas alrededor, permitiendo una mejor propagación del sonido a través del cuarto.
UN AMBIENTE DESAFIANTE
“La acústica es compleja”, dice Tim. “Hay un punto dulce increíble en el medio del iglú, que es maravilloso para todo el sonido. Pero también hay lugares donde no se puede escuchar el bombo, por ejemplo”. Debido a que el hielo es menos resonante que la madera o el metal, es necesaria la amplificación para los instrumentos de cuerda: “Hago un pequeño hoyo a un lado de las guitarras para un transductor. En violines, uso dos transductores, por lo tanto, las vibraciones de ambas placas son detectadas. Coloco los transductores lo más lejos posible de las cuerdas y del puente, porque queremos escuchar el hielo”. Tim trabaja con un ingeniero de sonido para controlar el frío y la interferencia de humedad en los diferentes canales. “Todo el ambiente es un desafío debido a la proximidad de la electricidad y el agua” explica Tim. “De vez en cuando, se produce un zumbido y el ingeniero de sonido ayuda a identificarlo. ¡Él va rondando con un secador de pelo – incluso a veces tiene que ajustar los canales a mitad de un concierto!
“Un amigo que construye guitarras me preguntó si era posible construir un instrumento de hielo. Entonces, construí un bajo gigante y le coloqué las cuerdas de un piano, comencé a tocar las cuerdas y escuché música”. Tim Linhart
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